A partir de allí, vivirá en los planos abiertos. Aprenderá a hablar con el viento, a interpretar el idioma de las aves, a reconocer la voz de la tierra en los rugidos de los volcanes. Y las bestias empezarán a entenderle. Les hablará y ellas le obedecerán. Llamará al halcón como el trueno llama al relámpago, y el halcón le responderá. Reposará en su brazo como un niño reposa en los regazos de su madre.
Ya no estará solo nunca más. Será el primero en comprender que los seres vivos son un todo y que las bestias y la tierra dependen uno del otro para sobrevivir. Nadie se lo habrá enseñado. Será el primero en entenderlo por sí mismo. Misha lo sabe bien y por eso le acompaña. Su fiel amiga. ¡Qué difícil fue convencer al Goblin del barco para dejarla montar! Hubo que pelear con algunos trolls de la jungla, pero finalmente, su amiga de la infancia está con él en aquella aventura.
El tiempo, sin embargo, ha pasado. Mucho tiempo Rexxar, el último de los Mok’Nathals, ha vivido en medio de los parajes desolados de la naturaleza. Talvez… talvez sea el tiempo de regresar. ¡Bah! ¿Regresar? Es absurdo. Tantas guerras, tanta sangre ha corrido entre las naciones… y el ruido de una batalla le llamará de nuevo.
Un orco (Mogrim dirá llamarse, en medio de los espasmos de la muerte) ha caído mortalmente herido por el ataque traicionero de un grupo de quillboars, los fieros hombres-cerdo que Rexxar ya habrá enfrentado en ocasiones anteriores. Uno contra cinco no es justo, pero el gigantesco Mok’Nathal y su feroz amiga se bastan para espantarles. Mogrim, sin embargo, no tiene tanta suerte. Rexxar se compromete a completar la tarea de un moribundo.
Por fin, ha abandonado su vida de ermitaño y se acerca a una ciudad. Una ciudad guerrera. La ciudad de los orcos, Orgrimmar. Y conocerá a un personaje cuyo paralelismo con su vida será inspiración. Thrall, Hijo de Durotan. Un huérfano.
Por tal muestra de honor al cumplir la última voluntad de un muerto, el Warchief le ofrece la seguridad y hospitalidad de su naciente nación. Rexxar no está para ser servido. Prefiere ganarse el pan “con el sudor de su frente”. Ante esto, Thrall le enviará con tres de sus más confiables lugartenientes: Nazgrel, jefe de seguridad de Orgrimmar, Drek’thar, el viejo chamán maestro de Thrall, y Gazzlowe, jefe de ingenieros de la ciudad, cada uno de los cuales le asignará una tarea distinta.
Al principio todo parecerá muy sencillo de hacer, al menos para un tipo tan grande como Rexxar. Recoger algunas hierbas de shimerweed, acabar con molestos Kobolds, Harpías y Quillboars, llevar uno que otro mensaje. Rexxar incluso decide ayudar a un chamán moribundo, Morg Wolfsong, a quien brujos orcos renegados le habrán robado un poderoso artefacto mágico. Con la ayuda de Rokhan, un troll explorador Darkspear que Thrall le dará como compañero, todo será más sencillo.
Hay, sin embargo, algunas cosas que preocupan. Los lagartos Trueno del Valle de Thunder Ridge se han vuelto muy hostiles y peligrosos. Rexxar, junto a Rokhan y Drek’thar en persona, se verá obligado a matarlos, muy a pesar suyo. Y entonces, sucederá lo imprevisto. En la costa… hay barcos humanos. Thrall no puede creer los informes del fiel Rexxar. El Valle de Thunder Ridge ha sido deforestado, lo que motivaba la agresividad de los lagartos. Y las noticias son aún peores. Parece que los humanos planean una invasión a Durotar.
Thrall está estupefacto. Jaina había sido su aliada desde la Batalla de Hyjal. Ambos habían combatido y vencido a la Legión juntos. ¿Y ahora le traicionaba? Nazgrel decide acompañar a Rexxar y Rokhan. Con la ayuda de un simpático compañero que han encontrado por el camino, un pandaren llamado Chen Stormstout, viajan hasta el lejano puesto orco de la costa, donde Gar’thok, sargento de Thrall, monta guardia a la presunta invasión.
Y lo impensable ha sucedido. El puesto ha sido destruido y Gar’thok, junto a los demás, han muerto.
El ataque inicia. Hay que expulsar a los humanos de la playa. Rexxar se ve envuelto, finalmente, en el conflicto que quiso evitar por tantos años.
Thrall ha decidido que, pacto de no-agresión o no pacto, no permitirá que su nación sea ultrajada. Queda, no obstante, un cabo suelto. Rokhan, el astuto troll, ha alertado sobre ello. Si los humanos han iniciado una invasión por mar a Durotar, su primer objetivo serán las islas Echo, donde los congéneres de Rokhan se han asentado. Los Darkspear corren grave peligro. Rexxar y sus compañeros se lanzan al rescate.
Los temores de Rokhan se han hecho realidad. Las villas trolls en las islas son atacadas indiscriminadamente por la flota humana. Con la ayuda del líder Darkspear, Vol’jin, los tres valientes compañeros y un pequeño ejército de jinetes trolls de murciélagos, logran combatir a los invasores y evacuar las islas, no sin antes enfrentar grandes peligros.
Hay algo extraño en estos humanos. El ancla… ¡sí! El ancla que llevan en sus armaduras y estandartes. Thrall cree haberla visto antes, pero no recuerda en dónde. La única manera de aclarar todo este embrollo es entrevistarse con Jaina. Ella le espera en Razor Hill a la medianoche.
Pero Rexxar huele una trampa y pide ir en su lugar. No se equivocará. Asesinos esperarán al Warchief en la espesura del bosque, pero no son rivales para el Señor de las Bestias.
Thrall ha escrito una carta donde demanda a Jaina explicaciones por su actitud agresora. Quién sino Rexxar es el indicado para llevarla hasta Theramore, capital de los sobrevivientes humanos a la catástrofe de Lordaeron.
Habrá que burlar algunos obstáculos primero. Nada que el sagaz Samuro, Maestro de las Espadas, no pueda solucionar con algunos explosivos ocultos entre las torres de vigilancia humanas en el Pantano de Dustwallow. Con esta distracción, Rexxar y Rokhan logran infiltrarse en Theramore y encontrarse con la mismísima Jaina en persona.
Pero la joven hechicera parece no estar al tanto de las acciones belicosas de la costa orca. Decide acompañar a los aventureros y cerciorarse ella misma de lo que ocurre, solamente para descubrir el puesto humano de Dustwallow en ruinas, por causa de unas malignas criaturas serpentoides que se hacen llamar Naga.
Al lograr acabar con los Naga, se encontrarán a un moribundo soldado humano, quien les revelará la verdad: él está aquí. La ha buscado y por fin, la encontró con vida, gracias a las estrellas.
A partir de allí, la batalla entre Rexxar y el Almirante Daelin Proudmoore tomará tintes épicos. Primero, el Mok’Nathal deberá escapar de la ciudad humana con vida, antes de que la Guardia de Élite del Almirante acabe con él.
Una vez en tierra, el Warchief Thrall reconoce el grave peligro que las amenazas de Proudmoore representan para todo Durotar. La Guerra de los Viejos Odios, el Ciclo maldito de odio que corroe a la Horda y a la Alianza, ha reiniciado.
Rexxar es encomendado para reunir nuevamente a los miembros dispersos de la Horda de nuevo en un gran ejército. Tras rescatar a Baine Bloodhoff de las garras de los Centauros y vencer a Kor’gall, jefe del clan ogro de los Stonemaul, Rexxar logrará reunificar a orcos, trolls, tauren y ogros en una sola e imparable Horda.
Al mando del Mok’Nathal, las fuerzas de Durotar logran expulsar a los humanos de la costa, rompen el bloqueo marítimo sobre la nación e invaden Theramore. Thrall nombra a Rexxar como Campeón de la Horda y lo cubre con el estandarte chamanístico cuyos ingredientes el mismo Rexxar ha conseguido.
Con la promesa de respetar a las fuerzas que aún le son leales a Jaina, la Horda invade Theramore. Tras una cruenta batalla de largas horas, finalmente Rexxar logra matar al Almirante, aunque demasiado tarde como para que él y su hija logren reconciliarse.
Victorioso y agradecido, Thrall invita a Rexxar a volver con él a Durotar, pero el ogro-orco rechaza la propuesta, con la idea de volver a los planos salvajes. Aún así, promete que estará siempre del lado de la Horda cuando ésta lo necesite.
De esta manera, Rexxar vuelve a los parajes que ama. Dejará el mando del clan Stonemaul a Mok’Morokk.
El Campeón de la Horda ahora vaga solitario por Desolace y Feralas. No. Solitario no. Misha y los espíritus aún le acompañan. Cuando la temible dragona Oxinia se levante para corromper y destruir a los mortales, Rexxar será uno de los que asistirá a los héroes de la Horda en su aventura para acabar con ella.
Así lo ha prometido.