DIA 25: LA DESOLACION DE GNOMERGAN
Tapándome la nariz con un grueso paño de lana humedecido en alcohol, veo con profunda tristeza lo que fue la espléndida capital de mi gente, Gnomeregan, convertida en una fuente de gases mortales que emanan desde lo más profundo de su vientre. Alejando cerca de 50 metros, aún se siente ese hedor repulsivo que cubre la que fuera la cuna de grandes inventores y aventureros. No hago más que dar unos pasos hacia atrás y alejarme de ahí debido al ambiente ponzoñoso.
La otra noche tuve un sueño extraño: me encontraba en mi antigua habitación, era de tarde y nadie se encontraba en casa. Salgo a la sala y veo encima de la mesa una carta, la misma carta que recibiera de la Academia de Magos de Dalaran. Me acerco a observarla y veo que está en blanco, ni una sola letra escrita. Alzo la mirada y me percato que delante de mí se encuentra sentado un sujeto alto vistiendo túnica y capucha, ocultando su vista debajo de ese manto de misterio. Su sola presencia me resultaba incómoda, es como si su ser estuviera emanando llamas incandescentes y no podía soportar estar tan cerca de él. Decido salir presuroso de ese ambiente hacia el exterior y fue ahí cuando desperté de golpe.
Obviamente me encontraba durmiendo en una covacha que encontré por ahí para resguardarme del intenso frío, ese frío que en las noches se vuelve insoportable incluso para los más recios de los enanos. Me asomo al exterior y aún era de noche. Había luna llena y miles de estrellas se podían ver en el firmamento, ofreciéndome una visión algo tenue del horizonte. Dun Morogh podrá ser salvaje, pero tiene esa belleza fantástica y natural que me devuelve la tranquilidad.
Gracias a las bajas temperaturas la comida puede durar unos cuantos días más, pero cada vez mis bolsillos pesan menos y mi estómago no deja de rugir. Los pocos cueros que logré recolectar ya los vendí el otro día en un pequeño campamento de comerciantes; no obtuve mucho, solo las suficientes monedas para continuar mi camino con algo de provisiones.
Tengo hambre, frío y siento mucho cansancio. Cada vez que utilizo mi maná para elaborar algún hechizo siento que mis fuerzas disminuyen rápidamente, así que intento usarla sabiamente hasta que consiga dominarla a la perfección. El frío y el cansancio son una mala combinación y las bestias se vuelven más fieras (aunque no lo fueran) cuando llevo varios días alimentándome de hierbas y carne seca de jabalí.
Llego al mediodía al poblado de Kharanos. Por fin puedo comer en una taberna algo de sopa caliente y un poco de pan salido del horno. El ambiente es agradable y encuentro a varios viajeros como yo buscando un lugar plácido donde pasar la noche. Me cuentan que aún me encuentro a unos cuatro días de distancia de Forjaz, la gran ciudad de los enanos, pero me sería más corta si tuviera una montura. Mañana temprano emprendo ese recorrido.