Autor Tema: Las aventuras de Salchisaurio  (Leído 4822 veces)

kasabian

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Las aventuras de Salchisaurio
« en: 07 Febrero, 2025, 22:35:37 »
DIA 1: UNA AVENTURA INICIA

A la hora de mi partida, mi madre, sentada en un rincón del comedor, no dejaba de llorar cuando estaba a punto de cruzar el umbral de aquella cabaña que me cobijó durante 17 años. Desde otro lado de la habitación, mi padre sostenía una lágrima para mantener su postura recia de leñador, esbozando una trémula sonrisa, consciente que mi camino se encontraba más allá de las blancas cumbres del Valle de Crestanevada.

Gnomo yo, miraba con ternura a mis padres, diciéndoles que la Academia de los Magos de Dalaran había aceptado mi solicitud para ser un aprendiz. Era entonces el momento de "dejar el nido" y empezar a escribir mi propia historia. El camino es lejano, demasiado lejano para lo que yo he explorado en mi corta vida, y no sé qué monstruos me esperan más adelante. Mi madre me preparó un poco de aguamiel y pan recién horneado, pero estimo que eso solo me durará para tres o cuatro días; luego de eso tendré que ingeniármelas para subsistir.

Afuera hace mucho frío, pero eso no es impedimento para mí. Allá voy...




« Última modificación: 10 Febrero, 2025, 02:59:31 por kasabian »



kasabian

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Re:Las aventuras de Salchisaurio
« Respuesta #1 en: 08 Febrero, 2025, 04:37:42 »
DIA 12: LA CUEVA

Esta mañana tuve que empezar a cazar animales para alimentarme de su carne, sin embargo, veía que sus pieles las iba dejando en el camino. A pesar de estar acostumbrado a las bajas temperaturas, en las partes más altas del valle se hace difícil no tiritar. Antes de mi partida, madre me regaló uno de sus cuchillos de cocina, la cual utilizo para empezar a desollar a los animales. Cubierto rústicamente con sus pieles me fui dando cuenta que necesitaba aprender una profesión que me permita elaborar mis propias indumentarias, caso contrario no llegaré muy lejos.

Muy cerca a una aldea de Gnols me hice de algunos retazos para confeccionar mi primera ropa, modesta, pero abrigadora. El frío no es una broma acá y los restos  humanos me indican que otros no han tenido la misma suerte que yo.

Aunque mis habilidades de magia resultan torpes y primitivas siento que con el tiempo voy adquiriendo mayores conocimientos. Me siento listo para atravesar esa cueva que mis amigos tanto me han comentado. Solo los más osados y valientes de los enanos se animan a atravesar ese enorme agujero custodiado por dos vigías y flanqueado por algunos sospechosos mercaderes provenientes de otras regiones.



Parado en su entrada veo que su camino se encuentra iluminado por algunas tenues antorchas, las cuales no me aseguran una pisada segura. Volteo la mirada y veo por última vez el enorme valle flanqueado por eternos nevados. Confieso que me dio algo de nostalgia el recordar los buenos momentos vividos con mis primos y amigos, pero sé que mi destino se encuentra en otros paisajes. Este gnomo será pequeño de estatura, pero enorme de coraje.

Mientras avanzo ayudado por la lumbre de mi varita veo de reojo que extrañas miradas me van siguiendo desde la penumbra. Paso a paso, y con el corazón acelerado, aprieto con fuerza esa fuente de luz que me mantiene seguro. mientras continúo con mi trayecto escucho que unos pasos se van acercando; no logro reconocer de donde proviene y me detengo en postura de ataca, preparando con mis manos temblorosas una bola de fuego. "Es ahora, es ahora", me repito, sintiendo mi respiración cortante. Los pasos se hacen más fuertes, pero la oscuridad es tan profunda que solo veo mi mano incandescente y mi varita.
Antes de lanzar mi hechizo escucho una voz conocida, es mi primo Quillasaurio que decidió volverse comerciante como su padre.

"¡Salchi, salchi! Aquí estás!", me dice ni bien me reconoce, abrazándome con alegría. Con él continúo me camino ya más tranquilo y finalmente veo la salida del otro lado. Delante mío se extiende un camino sinuoso que me llevará a Forjaz, esa maravillosa ciudad construida por los Enanos.


« Última modificación: 10 Febrero, 2025, 02:57:59 por kasabian »

kasabian

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Re:Las aventuras de Salchisaurio
« Respuesta #2 en: 10 Febrero, 2025, 02:55:44 »
DIA 25: LA DESOLACION DE GNOMERGAN

Tapándome la nariz con un grueso paño de lana humedecido en alcohol, veo con profunda tristeza lo que fue la espléndida capital de mi gente, Gnomeregan, convertida en una fuente de gases mortales que emanan desde lo más profundo de su vientre. Alejando cerca de 50 metros, aún se siente ese hedor repulsivo que cubre la que fuera la cuna de grandes inventores y aventureros. No hago más que dar unos pasos hacia atrás y alejarme de ahí debido al ambiente ponzoñoso.
La otra noche tuve un sueño extraño: me encontraba en mi antigua habitación, era de tarde y nadie se encontraba en casa. Salgo a la sala y veo encima de la mesa una carta, la misma carta que recibiera de la Academia de Magos de Dalaran. Me acerco a observarla y veo que está en blanco, ni una sola letra escrita. Alzo la mirada y me percato que delante de mí se encuentra sentado un sujeto alto vistiendo túnica y capucha, ocultando su vista debajo de ese manto de misterio. Su sola presencia me resultaba incómoda, es como si su ser estuviera emanando llamas incandescentes y no podía soportar estar tan cerca de él. Decido salir presuroso de ese ambiente hacia el exterior y fue ahí cuando desperté de golpe.
Obviamente me encontraba durmiendo en una covacha que encontré por ahí para resguardarme del intenso frío, ese frío que en las noches se vuelve insoportable incluso para los más recios de los enanos. Me asomo al exterior y aún era de noche. Había luna llena y miles de estrellas se podían ver en el firmamento, ofreciéndome una visión algo tenue del horizonte. Dun Morogh podrá ser salvaje, pero tiene esa belleza fantástica y natural que me devuelve la tranquilidad.
Gracias a las bajas temperaturas la comida puede durar unos cuantos días más, pero cada vez mis bolsillos pesan menos y mi estómago no deja de rugir. Los pocos cueros que logré recolectar ya los vendí el otro día en un pequeño campamento de comerciantes; no obtuve mucho, solo las suficientes monedas para continuar mi camino con algo de provisiones.
Tengo hambre, frío y siento mucho cansancio. Cada vez que utilizo mi maná para elaborar algún hechizo siento que mis fuerzas disminuyen rápidamente, así que intento usarla sabiamente hasta que consiga dominarla a la perfección. El frío y el cansancio son una mala combinación y las bestias se vuelven más fieras (aunque no lo fueran) cuando llevo varios días alimentándome de hierbas y carne seca de jabalí.
Llego al mediodía al poblado de Kharanos. Por fin puedo comer en una taberna algo de sopa caliente y un poco de pan salido del horno. El ambiente es agradable y encuentro a varios viajeros como yo buscando un lugar plácido donde pasar la noche. Me cuentan que aún me encuentro a unos cuatro días de distancia de Forjaz, la gran ciudad de los enanos, pero me sería más corta si tuviera una montura. Mañana temprano emprendo ese recorrido.


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Re:Las aventuras de Salchisaurio
« Respuesta #3 en: 14 Febrero, 2025, 05:00:54 »
DIA 29: FORJAZ

Los ancianos de mi poblado me contaron que hace miles de años los enanos que vivían en Uldaman, una antigua ciudad construida por los mismísimos Titanes, despertaron de su letargo luego de la implosión del Pozo de la Eternidad para emprender un largo viaje hasta Dun Morogh, viendo conveniente situarse en el monte más alto al cual llamaron Khaz Modan en honor al titan creador de mundos Kaz’ Goroth.

Fue en las bóvedas de la imponente montaña donde los primeros clanes enanos construyeron una ciudad tan maravillosa y digna de visitar que ninguna otra podía siquiera hacerle sombra. Sus enormes murallas interiores son el soporte de una ciudad que alberga a nuestros aliados más cercanos, aquellos personajes macizos de mirada fiera y cabellera desordenada, tan diestros en las artesanías y los metales como amantes de los banquetes y el alcohol. Aquel ser en Azeroth que logre tomar más cerveza que un enano y permanecer en pie sobrio puede de por sí hacerse con la idea de haberse ganado un fiel amigo.
En el mundo antiguo eran conocidos como Terráneos, tal vez la primera raza que habitó este planeta, pero que con el tiempo y el contacto con los Humanos pasaron a ser conocidos como Enanos, todo ello a su corta estatura a comparación de los primeros.

A mi llegada a Forjaz me recibe la guardia principal de la ciudad, centinelas de rostro pétreo y manos tan curtidas que son capaces de moldear la piedra sin necesidad de herramientas; aquellos primeros soldados seguramente traen consigo innumerables batallas, pues muchos de ellos llevan con orgullo enormes cicatrices, y otros una oreja cortada o un ojo perdido.
Al fondo de ese pasillo se erige la enorme estatua de Modimus Yunquemar, el último gran rey de los enanos unificados antes de la Guerra de los Tres Martillos, historia digna a ser contada en otra ocasión.



Ya dentro de la ciudad enana me decido a permanecer ahí unos cuantos días, cosa que aprovecho en visitar sus principales salones, como la fabulosa Biblioteca o la zona de los herreros. Dicen que de ahí salen las mejores armas del Reino del Este, tan duras y resistentes como las piedras preciosas excavadas por los enanos más intrépidos.

Al día siguiente me entero gracias a un gnomo que trabajaba cerca a una taberna que mis padres me habían enviado una carta. Dejé lo que estaba haciendo en ese momento y salí presuroso al correo postal. Emocionado por recibir noticias de mis seres queridos luego de mucho tiempo empiezo a leer los primeros renglones: “Querido hijo, tu madre y yo hemos podido juntar unas cuantas monedas de oro para aligerar un poco tu largo viaje. Usa ese dinero de la manera más conveniente que creas. Tus hermanos, tu madre y yo te extrañamos mucho y siempre pensamos en ti cada día que pasa. Nos hemos enterado que existe gran revuelo en Ventormenta por unos extraños sucesos ocurridos al norte de Lordaeron y es el propio príncipe Arthas quien ha viajado hasta allá junto con su guardia de élite. Por precaución te pedimos que no viajes tan al norte hasta que se conozca un poco más qué está sucediendo en esas tierras tan lejanas. Esperamos noticias tuyas pronto cuando tengas la posibilidad de respondernos. Sin otra novedad, nos despedimos”.

Termino de leer esa misiva y me percato que en el fondo habían 20 monedas de oro. Las tomo raudamente por temor a que algún curioso las vea, y es que es bien conocida la codicia de los Enanos que por unas cuantas monedas son capaces de armarte pleito en plena vía. Afortunadamente en la posada que me estaba quedando había coincidido con varios gnomos que también habían recibido el llamado de Dalaran. Es ahí donde uno de ellos, un aprendiz de brujo me indicó que existe un enano de mucha reputación forjando armas que por unas cuantas monedas me podría hacer un bastón decente. Viendo que solo llevaba un palo como arma no dudé en ir a buscarlo al día siguiente.
« Última modificación: 21 Febrero, 2025, 05:48:53 por kasabian »

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Re:Las aventuras de Salchisaurio
« Respuesta #4 en: 21 Febrero, 2025, 05:52:30 »
DIA 30: IRONUS, EL FORJADOR DE ARMAS

Confundido entre el incesante martilleo y el fuego a rojo vivo, un enano de nombre Ironus moldeaba un pedazo de mitril, extraído de los lejanos socavones de Un’Goro, para convertirlo en una maestral maza, hecha para los enanos más diestros en las armas de dos manos.

Su reputación le precedía pues ya son varios en la gran ciudad Enana que me han contando que antes de volverse herrero fue uno de los héroes de Forjaz que la defendió contra el asedio de los feroces Orcos durante la Segunda Guerra. Era, en pocas palabras, una leyenda viva, de carácter adusto, mirada fulgurante y escueto al hablar. Sus brazos aún mantenían la fortaleza y sus ojos contenían el grito de miles de almas atormentadas por el yugo de su martillo. Su cabeza cubierta por una nieve imperecedera indicaba que aquel viejo enano estaría bordeando ya los 200 años.

—Qué quieres, fue lo primero que me dijo al verme que me acercaba al él.

Hice una breve pausa antes de comentarle que me encontraba viajando hacia Dalaran para recibir instrucciones y que para ello requería de un arma capaz de protegerme cuando se dé la ocasión.

El viejo enano volvió la mirada hacia su yunque y continuó martilleando el metal enrojecido por el fuego. Taz, taz, taz. Tenía la cara manchada de hollín y sudor profuso, y si uno ponía mayor atención a los detalles podía ver claramente cómo sus venas brotaban con cada golpe al metal.

—Son 20 monedas de oro, vociferó sin siquiera mirarme, añadiendo —te hago un magnífico bastón por esa cantidad. No más, no menos —.



Los demás herreros de La Gran Fundición continuaban haciendo sus labores, sin prestarme mayor atención. Los visitantes iban y venían, cada uno ocupado en su asunto. Miré dentro de mi morral y vi esas 20 monedas que hace poco me habían obsequiado mis padres.

Estaba indeciso, en ese momento se me venían varias cosas en mi mente que me impedían desprenderme de mi único sustento monetario. Una de ellas, por ejemplo, era que requería de ese dinero para comprar mi montura; o que aún me encontraba demasiado lejos de mi destino y ese metal precioso me iba a servir para comprar provisiones y demás gastos como hospedaje, medicinas y pergaminos de hechizos. “Si le entrego me quedo otra vez sin nada”, pensaba, estático ante el gran enano que no dejaba de retumbar el ambiente con su pesado martillo.

Ironus hizo una pausa para secarse la frente con la parte externa de su muñeca, mirándome de reojo. Ahí estaba yo desde hace un buen rato, en silencio y con la mirada gacha, continuando con mis pensamientos. Dentro de sus enormes ojos marrones el tiempo era solo un grano de arena y pocos sabrán que aquellos seres bicentenarios poco o nada les falta por conocer de la vida.

—Jovencito, no te haré ningún favor, pues el arma que pienso fabricarte no puede ser sostenida por ningún debilucho. De ser así habré desperdiciado mi tiempo y tú habrás desperdiciado tu vida —, me explicó mientras tomaba asiento en una banca de madera.

—Las armas que yo fabrico han sido y son lo único que quedará intacto de una batalla; puede que el cuerpo no aguante, puede que la mente no soporte la insania de una guerra, puede que todo alrededor quede hecho polvo, pero mis armas permanecerán intactas, sea quien sea el rival. Te puedo hacer una, pero me tienes que demostrar que eres digno de sostenerla sin que ninguna de tus rodillas toque el suelo —prosiguió.

Yo no entendía bien lo que quería decirme aquel héroe que ahora se mostraba ante mí vistiendo harapos sucios, con la cara manchada, y con una leve cojera en su pierna derecha.

—Si no tienes dinero voy a necesitar de ti algo más valioso, vuelve aquí dentro de 7 días. Te sugiero que descanses y te alimentes bien —.

Seguía sin entender todo lo que me estaba diciendo. No podía quedarme tanto tiempo en Forjaz sin hacer nada más que esperar un acertijo de aquel enano. A lo mucho pensaba quedarme un día más ahí, completando algunos pendientes, pero no una semana.

—Te pido que sea hasta mañana, maestro forjador, mis provisiones se acaban y mi viaje aguarda —, respondí con voz firme.

El anciano herrero me volvió a mirar, inclinando su enorme cabeza hacia mí, examinándome, escondiendo entre sus amarillos dientes una ligera sonrisa. —Te advierto que el bastón estará incompleto, pero si tiempo y dinero es lo que te falta… —, contestó serenamente, dándome la espalda nuevamente para continuar con su trabajo.

El mensaje estaba dado. Volví donde me hospedaba, confundido y emocionado, envuelto en una marea de sensaciones indescriptibles, como si el día de mañana se tratara del primer día de mi vida.

Esa noche no dormí casi nada.