Amanece un nuevo día en el señorío del Rincón, es de madrugada cuando llegan solicitando audiencia con el Barón Don Ramiro, un séquito de tres campesinos del vecino pueblo de Estañedo. Al parecer hay un grupo de bandidos que se ha instalado en las ruinas del viejo castillo y amenazan con cobrar tributos a los campesinos, entre ellos destaca un gran hombre que porta una armadura negra, que se ha presentado como señor de Estañedo, cosa imposible, dado que el Rey tiene este feudo libre y sin señor, siendo obligación del Rincón darle protección.
Don Ramiro, designa a Don Diego el portugués para dicha campaña y también a Violante, la joven Navarra de tierra noble que vive como guarda desde hace ya dos años en Rincón. El grupo, formado Por Don Diego, Violante, el soldado y mercenario Hugo, y los dos compañeros de aventuras del portugués, parten en busca de los bandidos rumbo a Estañedo.
Cerca del pueblo, en el cruce, entre los caminos de Rincon, Estañedo y el Castillo el grupo se encuentra con una macabra imagen, cuatro campesinos cuelgan de un árbol, marcando el terreno del nuevo señor ante extraños y avisando de las consecuencias de no servirle bien.
A lo lejos, un una montaña estrecha y pedregosa, un verdadero nido de águilas, se alza el castillo semiderruido del viejo señor de Estañedo y desde las almenas el grupo aprecia una macabra figura en lo más alto de la torre del homenaje, cruzada de brazos, viendo los invasores de su nuevo feudo... El grupo entra en el pueblo buscando algo de información en primer lugar, y pronto se enteran a manos de los habitantes de que hace un día saquearon "los nuevos señores" el pueblo, llevándose comida, y algo de dinero. Los cuatro campesinos más robustos se apusieron y se vé que terminaron colgados en un árbol a las afueras del pueblo. El grupo conoce a la abuela Inés, que es algo parecido a una matriarca, y no hay duda de que también algo de adivina tiene, y les cuentan una vieja historia sobre el castillo, la historia de un mal señor...
Lo cuentan en Estañedo por las noches al calor de la lumbre, cuando les preguntan sobre las ruinas del castillo. Puede ser verdad... o no serlo.
Hace mucho tiempo, mucho tiempo, yo no sé cuanto, pero los moros ocupaban aún la mayor parte de España, se llamaban Condes a nuestros Reyes, y a las villas a su vez prestaban homenaje a otros más poderosos, cuando acaeció lo que voy a referir.
Pues es el caso que, en aquel tiempo remoto, esta villa y algunas otras formaban parte del patrimonio de un noble barón, cuyo castillo señorial se levantó por muchos siglos sobre la cresta de ese peñasco que se recorta en nuestro horizonte.
No sé si por ventura o desgracia quiso la suerte que este señor, a quién por su crueldad detestaban sus vasallos, y por sus malas cualidades ni el rey admitía en su corte, ni sus vecinos en el hogar, se aburriese de vivir solo con su mal humor y sus ballesteros en lo alto de la roca en que sus antepasados colgaron su nido de piedra.
Devanándose noche y día los sesos en busca de alguna distracción propia de su carácter, lo cual era bastante dificil después de haberse cansado ya, como lo estaba, de mover guerra a sus vecinos, apalear a sus servidores, y ahorcar y robar a sus súbditos.
En esta ocasión cuentan las crónicas que se le ocurrió, aqunque sin ejemplar, "una idea feliz".
Sabiendo que los cristianos de otras poderosas naciones se aprestaban a partir juntos en una formidable armada a un país maravilloso, para conquistar el sepulgro de Nuestro Señor Jesucristo, que los moros tenían en su poder, se determinó a marchar en su seguimiento.
Si realizó esta idea con objeto de purgar sus culpas, que no eran pocas, derramando su sangre en tan justa empresa, o con el de trasplantarse a un punto donde sus malas acciones no se conociesen, se ignora; pero la verdad del caso es que, con gran contento de grandes y chicos, de vasallos y de iguales, allegó cuanto dinero pudo, redimió a sus pueblos del señorío, mediante una gruesa cantidad, y no conservando de propiedad suya más que el peñón y las cuatro torres del castillo, herencia de sus padres, desapareció de la noche a la mañana.
El tiempo pasó; comenzaron los zarzales a rastrear por los desiertos patios, la hiedra a enredarse en los oscuros machones, y las campanillas azules a mecerse colgadas de las mismas almenas. Cuando he aquí que no sé si un día o una noche, si caído del cielo o obortado de los profundos, el temido señor apareció efectivamente, su hacha y un puñado de aventureros , tan desagrabables y desalmados como su jefe, en medio de sus antiguos vasallos...
El grupo no tarda en emprender el viaje al castillo, aprovechando la luz solar y la buena hora fresca de maitines, una vez arriba entablan un combate con los mercenarios del mal señor, que al cabo de poco sale con su diabólica armadura negra y su gran hacha de combate metálica al grito de -Inútiles dejadme a mi!. El combate termina con Hugo y Violante inscoscientes y un grupo aterrado, ya que el mal señor, no sangra y una vez vencido su armadura vacía cae al suelo para levantarse nuevamente al poco rato. Después de tumbarlo 2 veces la armadura se desintegra, quedando sólo el hacha que recoge Don Diego el portugués.
Mientras el cazador investiga el interior de la torre y sus catacumbas, el resto del grupo parten rumbo a Estañedo para que sanen a sus dos caídos, pero es durante en camino cuando se vuelven a tomar con la siniestra armadura negra - Dame mi hacha, escoria!-
Don Diego enviste dos veces con su lanza de caballería al mal señor, sin lograr tumbarlo y deciden escapar rumbo al castillo, allí se reúne el grupo entero y van hasta Estañedo.
En Estañedo son bien recibidos por su hazaña, y librar al pueblo de su "falso" señor. el grupo parte a dar información al barón del Rincón.
Cuando llegan al pueblo la gente ya está celebrando la navidad, hay fiesta y jolgorio por todas partes, y encima ha llegado Monseñor Carrillo, Arzobispo de Toledo y gran eminencia, va de paso a Ávila y ha parado a descansar y a beber algo de buen vino con el barón antes de llegar a dar misa de gallo a su majestad Enrique.
Después de informar sobre los sucesos al viejo barón, Don Diego el portugués es llamado a una audiencia con Monseñor Carrillo y el barón. Allí informan de la inutilidad el rey de Castilla, que viste como moro, no hace buena justicia y poco de lider tiene, incluso de habla que su hija de corta edad no es hija de el, sino de la reina doña Juana y de su caballero Beltrán de la cueva, es por ello que es una muy buena oportunidad de que su hermano ocupe el trono, y destronar a este cretino, antes de que una bastarde llegue al poder el día de mañana. Se le entrega una bula eclesiástica a Diego para con la justicia y se le ofrece un futuro feudo si ayuda a la causo, Diego acepta de buen agrado.
Nota: Desde que porta el Hacha del mal señor, Diego está volviéndose violento y temerario, quizás parte del alma siniestra de su dueño se esconde también en su brutal arma.
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Re: 2ª Aventura, Un mal señor
