3.-Parte: Sé un árbol.
¡No me lo puedo creer! Aun me tiemblan las manos de emoción. No he podido dormir en toda la noche. ¡Abismos me pidió que me casara con él! ¡Por la luz! Me duele la cara de tanto sonreír y aun así no puedo dejarlo.
Me revuelvo en la cama.
-¿Tú tampoco puedes dormir?-Me pregunta.
-No.
-Si quieres echarte atrás, puedes hacerlo ahora.
¿¡Cómo!? ¿¡Qué ha dicho!?
-Yo nunca me echo atrás, humano. ¿No estarás enmascarando tu propio miedo conmigo?
-No. Jamás había estado tan seguro de algo en toda mi vida. Es la mejor decisión que he tomado, te lo aseguro.
Asiento un poco y hundo la cabeza entre las sábanas. Voy a renunciar a la cruzada y a todos mis compañeros por él. ¿Estoy tomando la decisión correcta?
-¡Ey, Lidian! ¿A dónde vas?
-Necesito ver a un antiguo amigo. Volveré antes de que amanezca.
Me levanto de la cama, me pongo la armadura lo más rápido que puedo y me voy.
-Con que él te ha propuesto matrimonio y tú no sabes si seguir con él y abandonar a la cruzada o ser fiel a tus camaradas y a tus promesas de proteger al débil.
El maestro sabe lo que pienso tan solo con ver mi mirada. Es increíble.
Aun así, el maese Ragnaroc prefiere seguir mirando el horizonte desde el balcón en vez de prestarme atención. Aunque no me molesta. Desde que inicié el aprendizaje como paladina él siempre ha sido así: tranquilo, callado… Nunca le he visto perder la calma ni tomar una decisión equivocada.
-Exacto, maestro.
-No entiendo a qué has venido, no soy yo quien tiene que decidir.
-Pero no sé qué hacer… Mi vida entera depende de esta decisión. Si me voy con el humano, seré una traidora y si me quedo con la cruzada, le romperé el corazón.
Intento buscar una mirada suya de apoyo o una de estas miradas de sabiduría que tienen los viejos cuando van a decir algo importante, pero no aparta la mirada del vacío. Solo observa el horizonte en silencio y con el rostro serio.
-Tú eres como una armadura.-Dice después de meditar.
-No entiendo lo que quieres decir, maestro.
-Piensas en los demás antes que en ti misma. Si sigues así, solo terminarás abollada y maltrecha intentando proteger a los demás.
-Pero…no entiendo. Tú me enseñaste que los paladines…
-Fíjate ahora en los árboles. Ellos no se preocupan por los demás. Ellos crecen y se cuidan a sí mismos. Una vez han crecido, sirven de refugio para todas las criaturas del bosque. Búhos, ardillas, todos se esconden tras la dura corteza que el árbol creó para sí mismo.-Suelta las manos de la barandilla y las pone con firmeza sobre mis hombros. Ahora me mira con su mirada de sabiduría paternal que ansiaba.-Tú debes de ser igual a un árbol, Lidian. Solo haciendo las cosas que son por tu bien lograrás hacer bien a los demás. Ahora, Lidian, ¿qué es lo que realmente quieres?
-Yo…quiero…
El maese Ragnaroc me acaricia la mejilla y se marcha en silencio. No voy detrás de él. Cuando le necesite volverá.
Me recuesto sobre la barandilla. Seré un árbol.