Autor Tema: Amor, Lealtad y Soledad (Horda)  (Leído 7922 veces)

Ragnaroc

  • Visitante
Amor, Lealtad y Soledad (Horda)
« en: 29 Mayo, 2015, 15:28:26 »
   Una historia que crearé en dos apartados diferentes de este foro desde la perspectiva de los dos protagonistas: Lidian (Horda) y Abismos (Alianza). Podeis leerlo por orden (cap 1 horda, cap 2 ali...) o primero una y después de terminar la otra, eso a vuestra elección. ¡Disfrutad!

1.-Parte: En Dalaran.

 La luz del alba bañando mi rostro me obliga a despertar. Abro lentamente los párpados y me veo envuelta por los fuertes y cálidos brazos de Abismos. Los labios se me tuercen en una sonrisa. ¡Al fin de vacaciones! La misma noche que empezaron mis vacaciones pagadas de la cruzada argenta Abismos ya estaba esperándome en un grifo para traerme a Dalaran.
   Ahora finge estar dormido. Se nota que ya está despierto, y aun sigue fingiendo, que tonto. Hago un pequeño movimiento y me acurruco aun más entre sus protectores y seguros brazos como si fuera una niña.
-Buenos días, humano.-Le digo en un murmullo para hacerle saber que no puede engañarme. Él acerca sus labios a mi cabeza y me susurra al oído con pasión:
-Buenos días, cariño. ¿No quieres quedarte un poquito más?-Sus brazos se apartan y empieza a palpar mi cuerpo con sus manos, lo acaricia y me transmite sus deseos a través del tacto. Hemos estado tanto tiempo separados…
-Bueno, creo que podemos quedarnos un poquito más.

  Otro hermoso y radiante día en la preciosa ciudad de Dalaran. Los rayos de luz cubren toda la ciudad mágica y reacciona con los edificios desprendiendo colores azules, naranjas, violetas… ¡es precioso! Los niños juegan en la calle, los aprendices de magos hablan de sus estudios en cada esquina, los grandes maestros comparten su sabiduría y los aventureros se reúnen frente a los bancos de la ciudad como han hecho siempre, solo que esta vez, yo ya no estoy entre ellos. Aunque de vacaciones parecen completamente diferentes; sus llamativas armaduras, a cual más vistosa, encandilan a los chiquillos que corretean de un lado a otro con sus majestuosos diseños. Cuando les ves de esa forma, parece como si fueran modelos, no guerreros en busca de batalla.
-¿Quieres unirte a ellos?-Me pregunta. Me giro para contestarle, pero su aspecto me corta la respiración. Tiene puesta la misma camisa que llevó cuando nos encerraron en la ciudad de La Plaga, vieja y roída como la cartera de un pícaro, unos pantalones rotos y viejos también y unas botas cubiertas de sangre seca y de barro. Eso me lleva a pensar que yo no estoy mejor… Desde la invasión a Lunargenta he tenido pocas situaciones en las que he podido comprar ropa nueva. Os contaré un secreto: me he puesto más armaduras en una semana que vestidos en toda mi vida, ¿no os parece triste? Quiero sentirme como una chica normal con su novio, también normal, bueno, “normal” entre comillas. Pero no puedo sentirme así con un vestido que lleva en mi maleta desde que… ¿desde cuándo tengo yo un vestido?
-Prefiero que vayamos a comprar ropa, humano.
-Pero esto aun me sirve.-Responde. Creo que habla en broma. Tiene que estar hablando en broma.
  Sus ojos decididos y firmes como si marchara a la guerra me dicen que no está de broma. Me llevo la mano a la cabeza y suelto un largo suspiro.
-¡Como se nota que eres de campo!
  Desde luego, no espero que responda otra vez. Le agarro de la mano con toda la fuerza de la que dispongo y me lo llevo corriendo. Al hacerlo, pisa mal y casi se cae. Agita los brazos como un pájaro y hace movimientos extraños que me dan ganas de reír. De todas formas intento (intento) mantenerme seria y le meto en la primera tienda de ropa que encuentro. “Los hilos del destino” reza el cartel.
  Entro y comienzo a echarle mano a toda la ropa que llega a mis manos.
-¿Vamos a comprar todo esto?
-¡Por supuesto que no!
-¿Entonces?
-¡Parece como si nunca hubieras ido de compras!-A decir verdad, tampoco es que yo sea la diosa de la moda, ¡pero es que Abismos es más rural que los tauren, por la luz!
  Le tengo que llevar de la mano hasta los probadores como si fuera un niño, definitivamente toda la ropa la ha heredado de su hermano mayor o es su madre siempre le compro la ropa, una de dos. Cuando al fin se mete en el probador puedo comenzar la “evaluación”.
-Eso no te pega, humano… Eso te hace parecer gordo… ¡Jajaja, pareces un pingüino!... Eso es una armadura, no un traje, ¡vuelve al probador!... ¡Quita eso de mi vista!... ¡Eso me gusta!
   Al final damos con un traje que le queda fantástico; un esmoquin azulado al puro estilo élfico con delicados contornos dorados en las mangas y en el cuello. Además es una ropa suave y suelta, no se podrá quejar.
-¿Y a ti que te parece?
-Con esto parece como si dudara de mi sexualidad…
-¡No seas tonto, te queda estupendo, humano!
-Si tú lo dices será cierto.
-¡Ese es el espíritu, ahora mi turno!
  ¡Me embarga la emoción! Hace tanto tiempo desde que no probaba un vestido que ya ni me acuerdo como sienta comprarse ropa. ¡Además los vestidos tienen una belleza mágica! Cálmate Lidian, conserva la compostura. ¡No puedo! Empiezo a probarme uno tras otro hasta que doy con uno que me gusta: Es un vestido rojo como la sangre brilla con magia, de falda y mangas largas. Su  escote en forma de pico me llega hasta el ombligo y sus mangas simulan la forma de una flor, ¡es perfecto! Incluso tiene una abertura en la pierna derecha al estilo oriental que deja al descubierto mi muslo desnudo, espero que a Abismos le guste.
  Salgo del probador.
-¿Qué tal me queda?
  No exagero cuando digo que se le cae la baba. Me miro una última vez al espejo y veo como contrasta el color rojo del vestido con mi pálida piel. Está decidido, me lo compro.
  Al salir de la tienda con varias bolsas de ropa me percato de que ya es mediodía, ¡aun tengo tiempo para comprar zapatos!
 
Finalmente y tras un largo día de compras con mi chico, pasé de tener tres mil oros en mi cartera a tener poco más de ochocientos. Ya sé que como paladina debería de ser austera y humilde… ¡pero llevo siéndolo toda mi vida! Merezco un descanso de todo, y Abismos también.
  Subimos a nuestra habitación en la posada, dejamos las cosas y me pongo guapa para disfrutar de una noche con Abismos.
  Salgo del cuarto después de maquillarme y de vestirme (con el vestido que le hizo babear) y pongo pose de modelo.
-Guau.-Dice.
-¿Te gusta lo que ves, humano?
-Me encanta.
-Tú también estás guapísimo.
 Sonríe un poco y se sonroja.
Ahora toca disfrutar de la noche.



Ragnaroc

  • Visitante
Re:Amor, Lealtad y Soledad (Horda)
« Respuesta #1 en: 31 Mayo, 2015, 16:43:47 »
3.-Parte: Sé un árbol.

  ¡No me lo puedo creer! Aun me tiemblan las manos de emoción. No he podido dormir en toda la noche. ¡Abismos me pidió que me casara con él! ¡Por la luz! Me duele la cara de tanto sonreír y aun así no puedo dejarlo.
  Me revuelvo en la cama.
-¿Tú tampoco puedes dormir?-Me pregunta.
-No.
-Si quieres echarte atrás, puedes hacerlo ahora.
  ¿¡Cómo!? ¿¡Qué ha dicho!?
-Yo nunca me echo atrás, humano. ¿No estarás enmascarando tu propio miedo conmigo?
-No. Jamás había estado tan seguro de algo en toda mi vida. Es la mejor decisión que he tomado, te lo aseguro.
  Asiento un poco y hundo la cabeza entre las sábanas.  Voy a renunciar a la cruzada y a todos mis compañeros por él. ¿Estoy tomando la decisión correcta?
-¡Ey, Lidian! ¿A dónde vas?
-Necesito ver a un antiguo amigo. Volveré antes de que amanezca.
  Me levanto de la cama, me pongo la armadura lo más rápido que puedo y me voy.

  -Con que él te ha propuesto matrimonio y tú no sabes si seguir con él y abandonar a la cruzada o ser fiel a tus camaradas y a tus promesas de proteger al débil.
  El maestro sabe lo que pienso tan solo con ver mi mirada. Es increíble.
Aun así, el maese Ragnaroc prefiere seguir mirando el horizonte desde el balcón en vez de prestarme atención. Aunque no me molesta. Desde que inicié el aprendizaje como paladina él siempre ha sido así: tranquilo, callado… Nunca le he visto perder la calma ni tomar una decisión equivocada.
-Exacto, maestro.
-No entiendo a qué has venido, no soy yo quien tiene que decidir.
-Pero no sé qué hacer… Mi vida entera depende de esta decisión. Si me voy con el humano, seré una traidora y si me quedo con la cruzada, le romperé el corazón.
  Intento buscar una mirada suya de apoyo o una de estas miradas de sabiduría que tienen los viejos cuando van a decir algo importante, pero no aparta la mirada del vacío. Solo observa el horizonte en silencio y con el rostro serio.
-Tú eres como una armadura.-Dice después de meditar.
-No entiendo lo que quieres decir, maestro.
-Piensas en los demás antes que en ti misma. Si sigues así, solo terminarás abollada y maltrecha intentando proteger a los demás.
-Pero…no entiendo. Tú me enseñaste que los paladines…
-Fíjate ahora en los árboles. Ellos no se preocupan por los demás. Ellos crecen y se cuidan a sí mismos. Una vez han crecido, sirven de refugio para todas las criaturas del bosque. Búhos, ardillas, todos se esconden tras la dura corteza que el árbol creó para sí mismo.-Suelta las manos de la barandilla y las pone con firmeza sobre mis hombros. Ahora me mira con su mirada de sabiduría paternal que ansiaba.-Tú debes de ser igual a un árbol, Lidian. Solo haciendo las cosas que son por tu bien lograrás hacer bien a los demás. Ahora, Lidian, ¿qué es lo que realmente quieres?
-Yo…quiero…
  El maese Ragnaroc me acaricia la mejilla y se marcha en silencio. No voy detrás de él. Cuando le necesite volverá.
  Me recuesto sobre la barandilla. Seré un árbol.
« Última modificación: 31 Mayo, 2015, 16:45:22 por Ragnaroc »